Luna, Marte y Neptuno se unen en Piscis

Marte y Neptuno perfeccionan hoy la conjunción en Piscis, a la que se suma la Luna en estas horas. Piscis representa el plano de nuestras intuiciones superiores, de aquella parte altamente receptiva que logra provocar pequeños o grandes milagros en nuestras vidas….de lo que está más allá del cielo: el mundo de las visiones inaccesibles de lo Divino. Neptuno, su regente es el arquetipo del fuego espiritual del que emana la creación o mundo de los arquetipos. 

El mensaje parece ser preciso…..las manos de Dios para crear todo lo que vemos se han servido de la energía ardiente de la llama y de la plasticidad neutra del agua, mezclando así lo masculino y lo femenino por excelencia, los dos ingredientes de elección del mundo dual. El agua y el fuego se convierten en la base de todo lo que existe.

Y la unión mística de estos dos elementos es lo que está sucediendo ahora en el cielo. Agua y Fuego se mezclan. Y cuando lo hacen, el resultado es la aparición de cosas que antes no existían en nuestras vidas. 

Marte representa la capacidad de ponernos en condiciones de abrir nuevos capítulos existenciales y aventurarnos con el valor del fuego en territorios desconocidos hasta ahora. Por eso el acto creativo de Dios tiene que ver con el fuego. El fuego plasma el Universo, le da forma, le permite ser lo que es. Por eso Marte en nuestra carta natal es también un indicador de nuestro propio fuego Anímico personal e íntimo….dónde sopla el viento activador de nuestras pasiones. 

Neptuno, por su parte, es el señor de la fusión, de la pérdida total de las formas. En las olas de los océanos peso, altura, profundidad pierden significado y las cosas toman nueva forma. La conciencia durante la estación de Piscis conoce la evaporación del ego…ya no no se identifica ni con el cuerpo, ni con la mente.  Está lista para volver a su lugar de origen: el Uno del que todo procede.

La mezcla de principios significa que la energía de este momento disuelve completamente aspectos de nuestra vida, los hace evaporarse como niebla al sol, pero al mismo tiempo nutre de valor e impulso intuiciones que hasta hace algún tiempo eran poco más que fantasías en nuestro horizonte. ¿Qué hemos soñado o imaginado durante años sin traerlo a la vida con un gesto concreto? Marte nos da ahora el valor del primer paso. De tirar el corazón más allá del obstáculo. De enfrentar lo desconocido.

Es uno de los últimos llamados que el Cielo nos hace para permitirnos transitar el camino elegido por el Alma en este plano de existencia. Dentro de poco, lo que se haya puesto en esa ruta proseguirá impetuosamente y tomará altitud y potencia, mientras que lo que no tiene espacio, desaparecerá. El Reino de Piscis es también el Reino del Insondable. En las profundidades sin medida del océano no se puede saber lo que se esconde. Entonces abrazar un deseo o un anhelo de pasión sobre la base de una intuición requiere la capacidad de ver lo desconocido por lo que es: la receta especial de Dios para ayudarnos.

En el mito, Dánae es una doncella hermosa, hija de Acrisio. Es tan suave su belleza que su padre, preocupado por las numerosas atenciones que su hija despierta, interroga a un oráculo que predice sin rodeos que la gran adversidad de Dánae será la causa de su mayor desgracia. De hecho, la chica dará a luz a un hijo que derrocará a Acrisio matándolo. El Rey entonces encierra a su hija en una prisión oscura. Nadie podrá ver más su peligrosa belleza. Sin embargo, es el mismísimo Zeus quien se enamora y le regala un hijo, Perseo, el gran héroe.

Acrisio se entera y la encierra en una caja de madera y la lanza al mar junto a su hijo. A Dánae no le queda más que afrontar la desconocida inmensidad del mar llegando a hacer las paces con su propio terror. No tiene idea de lo que va a pasar, pero las olas la llevan muy lejos, siguiendo los caminos invisibles de las corrientes, y cuando parece perdida toda esperanza y Dánae cree haber encontrado la muerte con su Perseo en brazos, el mar la deposita en cambio en una playa. Alguien se da cuenta de la hermosa náufraga, y no es un hombre cualquiera. Se llama Ditti, soberano de la Isla de Serifo. El mar ha entregado a Dánae y Perseo a un nuevo reino y a un nuevo rey. Un rey que hace de ella su esposa y de Perseo un hijo legítimo, quien más adelante va a matar a su abuelo Acrisio, sin saber quién era y por casualidad en una página lejana de su futuro como héroe. Porque la muerte es el castigo de quien oculta la belleza.

¿Cuántas veces ocultamos la belleza en nuestras vidas? ¿Cuántas veces como Acrisio la encerramos en una celda o en una caja para no afrontar la incertidumbre que esa belleza nos pondría delante? Si el rey de Argos no se hubiera dejado poseer por el miedo de tener que renunciar al poder y al trono y hubiera tenido el corazón de acoger a su propia descendencia tal vez habría conservado la vida y el reino.

Este es el momento en el que la belleza de nuestra vida debe ser finalmente dejada libre para expresarse, para partir, para tener espacio y ocasiones. Es el momento en que el Agua y el Fuego tan unidos pueden contribuir a hacer pasar nuestras aspiraciones más ocultas del poder al acto. Podríamos encontrarnos pensando como Danae que el mar de las incertidumbres sería capaz de ahogarnos y descubrir tal vez como ella día tras día que en cambio la incertidumbre o lo desconocido es sólo el aspecto aterrador de una gran oportunidad existencial. La receta especial de Dios para ayudarnos.

Dejemos que lo desconocido impresione a cada uno de nosotros, que nos entregue un Rey, un Reino y la libertad como lo hizo Dánae. Dejemos ir lo que está listo para hacerse realidad pero llevamos años encerrado en una celda porque es demasiado bueno para creerlo. La belleza existe. Dejemos que vea la luz….

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