La temporada Leo marca un momento de cambio para el Alma.
La gran necesidad de individuarse.
Eso significa separarse de una manada indistinta para afirmar quien se es.
Y realizar una fusión con la propia verdad interior.
Porque, por dura que sea la opción de obedecerla, sólo esta fidelidad nos permitirá abandonar el entramado denso del anonimato, de la manada sin identidad, que marcha en la dirección inconsciente de la masa, y definir el perímetro y la consistencia de quien realmente se es.
Nadie puede volar si no acepta lanzarse.
Sin embargo, para lanzarse es necesario integrar el riesgo de caer.
Aceptarlo.
Aferrarse a la fe en uno mismo.
En esa verdad interior que dice que lo lograremos y estaremos más alto que nunca.
Es el Daimon socrático, esa parte mágica, sagrada, divina, más alta que las fragilidades humanas que guía en el inconsciente y escoge caminos, experiencias.
Que nos da forma y consistencia.
Y cada uno conserva en el corazón la ley sagrada de tal Daimon. A veces es flexible e indistinguible, a veces tan ardiente que se siente miedo, junto con una atracción incontenible.
El Daimon trae ideas incómodas.
Nos lleva por el camino difícil.
La vía empinada y desordenada.
Sin embargo, regala la verdadera individuación.
Leo es el Arquetipo de la Conciencia que comprende ser Espíritu, que tiene la oportunidad de tocar por primera vez su verdadera identidad. Por eso está regido por el Sol, que es el centro del Sistema Solar.
En Leo la conciencia encarnada puede encontrarse cara a cara con el Daimon interior por primera vez desde que se separó del Uno.
Y hace falta valor para estar ante su fuerza. Porque su energía destruye. Rompe la personalidad, como la nieve al Sol.
Para ser quien uno es, es necesario aceptar la muerte de quienes hemos sido.
El complemento de Leo es Acuario, arquetipo de la libertad. No puede haber libertad sin que se hayan quitado los escombros. Si no se han aceptado uno por uno los derrumbes. Los relámpagos.
Los cismas y cada grieta.
Dejemos que esto suceda.
Tengamos el valor del león de estar en presencia del Daimon interior especialmente cuando le sugiere cosas incómodas y aterradoras.
Eso es lo que tienes que ser.
Tú mismo.
No quien te han dicho o te dicen que debes ser.
Sino tú mismo.
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